Ayacucho
Joven era cuando soñé
con un mundo donde nunca encajaré.
Fantasías que por años alimenté,
pero de a poco abandonaré.
Océanos de por medio,
entre los míos y el lugar a donde naufragué.
Ráfagas que insisten que si de afuera vengo,
de afuera siempre seré.
Ayacucho,
tierra que me vio crecer, irme y volver.
Imposible es perderse,
imposible es entender
que huir no es sanarse,
aunque aceptarlo hace bien.
Amores, noches, sueños que añoré
me perseguirán de por vida,
no sin antes recordarme
que nunca me arriesgué.
Ayacucho,
tierra que coseché y quemé,
a la que le hice daño, pero amo y amaré.
Imposible es perdonarme,
imposible es no sentir
culpa por no haber sido cauto…
pero arrepentirse es así.
FANTASÍA​​​​​​​

Tiempo atrás hubiera dicho que crecer significa liberarse, dejar lo malo atrás y olvidar. Tiempo atrás también pensaba que para esta altura ya habría alcanzado armonía y éxito en mi vida. Imaginaba que, una vez abandonado mi pueblo, renacería en un universo donde mi pasado no tiene lugar.
Durante muchos años creí en un futuro que me iba a recompensar por todo el dolor que sentía. Un futuro que me daría amor después de buscarlo infinitas veces y no encontrarlo. Uno lleno de respuestas a las preguntas que nunca nadie me supo contestar. Uno en el cual obtengo el conocimiento absoluto y en el que no existe el error ni la vergüenza. Un futuro en el cual dejo de esconderme en las sombras y le muestro al mundo entero mi talento, mi esencia... mi verdadero yo.
Dediqué años de mi vida ansiando aquel momento. Solo necesitaba una señal de que ya era hora para cambiar de piel y entonces empezaría a vivir como tanto lo deseaba.
Se trataba de un concepto muy atractivo. Una fantasía irresistible. Un sueño en el que me sumergí hasta casi ahogarme. Pero justo cuando ya no daba más y la angustia y la frustración eran demasiado; empecé a ver una nueva posibilidad. Otra perspectiva.
A través de los años, el universo me puso en situaciones en las que nunca quise estar pero que hoy, sin embargo, agradezco. También me acercó a personas que no me dieron lo que buscaba, si no lo que necesitaba. Amigos que no solo me escucharon, sino que también me dijeron lo que tenía que escuchar. Relaciones que me hicieron redefinir lo que quiero y lo que ya no quiero más; y proyectos cuyo fin
no era más que aprender cosas nuevas y
simplemente divertirme.
Con el tiempo, y por falta de sustento, la fantasía que inventé se fue desmoronando y, de a poco, comencé a enfrentarme a una nueva realidad. Una realidad en donde veo infinidad de colores, no solo en blanco y negro. Una en la que no sirve de nada sentarse a esperar algo mejor. Una en la que busco sin cesar y en la que, a veces, la nada misma es el mejor tesoro que se puede encontrar. Una realidad en la cual me equivoco y pido perdón constantemente. Una en donde puedo ver que detrás de la maldad, el egoísmo y la negatividad se esconden heridas más profundas de lo que uno puede imaginar. Una realidad en donde dejo de perseguir la validación del mundo entero e intento valorarme por mí cuenta, aunque cueste.
Tiempo atrás hubiera dicho que crecer significa liberarse, dejar lo malo atrás y olvidar. Hoy me doy cuenta que crecer consta de volver hacia atrás todo el tiempo, aprender a no cometer los mismos errores y encontrar el lado positivo en aquello que alguna vez
quise olvidar.
Hoy, con mucho esfuerzo, intento no castigarme por no querer ser lo que alguna vez me prometí que sería. Hoy me conformo con la idea de que no entiendo nada prácticamente y que quizás nunca lo haga. Hoy elijo aceptarme como alguien totalmente confundido, pero que se mantiene lo más auténtico y buena onda posible ante el quilombo que vivimos.
Back to Top